Terminó de comer y la lleve al dormitorio para que durmiese su siesta, bajé la persiana hasta que quedó una pequeña rendija que dejaba la habitación en penumbra y me quedé a su lado esperando que el sueño la venciese. Entonces ella con su pequeña manita me acarició la mejilla diciéndome: “Apa.... apa... apa” (guapa... guapa... guapa)
Ningún otro amor ha podido desarmarme de esa manera...
Para Nerea, mi sobrina
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